viernes, 13 de junio de 2008

Porque el amor es más fuerte

¿De que sirve el dinero si la felicidad no se encuentra en una carnicería? Eso es lo que siempre se preguntó José Manuel López Bizcayart, un joven alto, cabello rubio y largo que en 1932 a la edad de 25 años decidió dejar su Venado Tuerto querido. Hijo de don Rómulo y doña Estela siempre fue mimado y consentido al ser el único niño del matrimonio de cosechadores de alfalfa.
Pero todo ese cariño no fue absorbido correctamente por el pequeño Josecito y fue así que alimentó en él una personalidad cetrina, siempre alejado de sus compañeros en la escuela agraria. No tenía amigos más que sus libros marxistas, los dibujos en la pared con claros mensajes revolucionarios y el carnicero de la cuadra con quién compartía el gusto por el puchero sin papas.

Con el tiempo fue forjando ese avasallante y marcado ideal de no ser parte del montón, se automarginaba de los grupos sociales aún de su propia familia, en las navidades solía encerrarse en el baño porque atribuía la invención de dicha fiesta a los hermanos Júpiter para vender más pirotecnia ilegal.
Cuando se emancipó completamente de sus padres, consiguió trabajo en una tintorería y se fue a vivir a una pensión de Barracas, donde el alcohol corría por el patio principal como sangre por sus venas. Recordaba que de chico se subía al aparador de su hogar y sin que lo viera su padre, bebía pequeños sorbos de cognac para poder dormir. Pero esta no era su casa, sino un sitio pasajero donde no era muy bienvenido.

Avanzaban las horas y se achicaba el trecho hacia un nuevo día laboral, mientras los gritos de truco! y quiero! Parecían sonar dentro del sombrío y húmedo cuarto. Un José Manuel desconocido, completamente fuera de sí, se asomó a la puerta y gritó: ¿Quiero? a tu hermana quiero! ¿Porqué no dejan de romper las bolas, no se dan cuenta que tengo que laburar?
Así fue que, en calzoncillos tuvo que enfrentarse a 5 hombres que lo amenazaban con armas blancas, a excepción de uno que tenía un chuchillo negro, el resto eran fileteros.
Tomó las pocas cosas que tenía y dejó el conventillo, así como estaba. Era una madrugada fría hasta que por detrás oyó el relincho de un caballo y un muchacho gordo, fornido, con mal aspecto y peores modales lo confundió con un travesti. José, pensó, bueno no está tan mal, por lo menos voy a dormir bajo techo, así fue que vio como se torcía su inclinación sexual y encontró en su cuerpo una herramienta de trabajo mejor paga.

Pasaban los meses y todo iba viento en popa, hasta que un cliente en una noche de lluvia lo subió a su bicicleta y lo llevó. Era el temido Loco de la ruta de los años 30’, pero esa no fue la sorpresa sino que era su propio padre. Ambos fueron hasta la rivera para dar final a sus vidas, fueron en la bici, primero Don Rómulo lo llevaba a su hijo, pero como era muy pesado cambiaron, se les salió la cadena tres veces en dos cuadras, lo que acrecentó el fastidio y aumentó la tensión. La historia cuenta que se suicidaron arrojándose al Río de La Plata porque la vergüenza mutua por el otro fue más fuerte.

1 comentario:

Anónimo dijo...

[Segun el contador del blog soy la persona desilusionada Nº26..y la Nº1 que comenta]

Podrias ponerle foto a cada texto, ¿no?

Sigue asi, quizas algun dia terminas escribiendo en la mini-revista "Selecciones" jajaja