No Te Vas Acordar: Cuentos Bizarros

martes, 10 de marzo de 2009

Que pase el que sigue

Ese olor a hospital, el reproche de la gente, el llanto de los niños, y la sirena de la ambulancia ya estaban aplacados por el marco de la cotidianeidad.

Fanático de Michael Jackson, ER emergencias, Nip Tuck y E24. Según un test de la revista Viva: o era maestro jardinero o médico.

Había comenzado a cursar la primera profesión pero al no poder sobrepasar en 3 oportunidades el final de “introducción a la goma eva” y haber desertado a la mitad el curso de “Lenguaje en diminutivo para infantes” se dio cuenta que la enseñanza a los niños no era lo suyo.

Eso es Fermín Zambrota un alma que se bifurca en los jardines de la diversidad y se sumerge en la profundidad de la solidaridad.

Cuando era niño su padre le pegaba porque él quería salir en el noticiero de Azul Televisión. Su papá era afilador y se la pasaba en bicicleta recorriendo las calles de la ciudad y chiflando como un loquito con un aparatito de plástico azul que no se como se llama. Afiiiladoor!

Como todo joven rebelde no quería eso de su futuro, así que a la edad de 18 años le pegó un par de piñas a su ya decrépito padre y huyó a City Bell a vivir con su abuela de 87 años que obviamente era muy rompepelotas. Pero tenía que soportar eso ya que iba a estudiar medicina en la Universidad de La Plata y sólo estaba a unas pocas estaciones.

Esas mañanas frías en el tren le fueron curtiendo la piel y el espíritu a Fermín y han hecho de él una persona seria y recta como su corbata.

Finalmente su sueño estaba cumplido, era pedíatra del Hospital de Niños platense, logró la reputación de su familia que era nula hasta ese momento. Pero llegó tan alto que se mareó. Su vida comenzó a plagarse de excesos.

Todo comenzó cuando una mañana oscura y húmeda un enfermero le recomendó tomar medio litro de morfina para apalear las bajas temperaturas. La locura comenzó a crecer como la deuda externa argentina, golpeó a varios residentes del hospital.

Fue internado en un pabellón especial, solo comía membrillo para quitar la ansiedad y tomaba seven-up con un caldo de gallina batido, era el bálsamo para su cataclismo vicioso.

Se recuperó gracias a un grupo de autoayuda formado por una congregación grupo evangélica del barrio. Se les unió a ellos y ahora en el garage de su flamante casa.tiene una iglesia y un polirrubro que se especializa en la venta de remeras con la cara del Che Guevara y frases del Bambino Veira. Le va muy bien.

PD: La abuela se fue con su mejor amigo que tenía 23 años.

jueves, 5 de febrero de 2009

Ni el tiro del final te va a salir


La noche fría se hacia presente una vez más, el silbido del viento entraba por el vidrio roto de su habitación, al mismo tiempo que la lluvia empañaba la precaria ventana.

Bajo una tenue luz Omar leía a Cortazar mientras mordía una manzana y la escupía bajo la cama cuando el sabor amargo y podrido lo asqueaba. Porque amargo era el trance que él llevaba como vida, y también estaba podrido de ser pateado constantemente por la esquiva fortuna.

Todo me sale mal! Esa era la frase característica del este electricista rosarino, un moreno de pelo largo y con tatuajes en todo el cuerpo. Miraba el techo y advertía otra gotera más. Afuera un vendaval, adentro un torbellino de resignación. El libro de cuentos llegaba al final y parecía que tras 25 años la vida de Omar Arnaldo Carracedo estaba llegando a su epilogo espiritual. Revolvió unas cajas y sacó un cassette pirata en el que grabó la memorable actuación de “Los Palmeras” cuando telonearon a Pink Floyd en Obras. Mientras sonaban los timbales, por atrás se oía una metálica trompeta que anunciaba el Apocalipsis mental. Más nerviosismo por no hallar lo que buscaba. El sudor frio de su frente le dijo: “ahí está, tómala”. Era una Magnum calibre 38 que relucía un brillo que se reflejaba en sus ojos. ¿Y ahora que? Fue hasta la heladera, la desenchufó, (porque pateaba más que el flaco Schiavi) se sirvió un fernet bien frió y tomó coraje.

Todo estaba dado, solo tenía que apretar el gatillo, pero como también todo le salía mal, algo sucedió. Golpean la puerta y entra su tío Alfredo, con mezcla de preocupación y angustia lo mira a los ojos y dice: “¿Omar, vos me agarraste el cortauñas?”

“No tío, no jodas, ¿no ves que me estoy por suicidar y vos venís con esa pelotudez?” Respondió el joven entre risas y llantos.

“Perdoname, ahora voy a la ferretería y me compró otro, acompañame que te va a hacer bien” dijo convincente Alfredo.

Los dos fueron hacia el comercio ubicado en la esquina neurálgica del barrio a metros de la estación de trenes. De pronto un aura y una musica angelical se presentaron en medio de la vía pública. Era nada más ni nada menos que el Negro Palma, a quien Omar Arnaldo le debía su nombre debido al fanatismo de su padre por esta eminencia de Rosario Central. Omar de niño se habiá pasado noches enteras quemándose las retinas viendo videos de jugadas deliciosas que este astro esparció sobre el campo de juego.

Omar enceguecido por su idolatría cruzó sin mirar la calle en busca del anhelado autógrafo, cuando un Mercedes Benz 1114 lo embistió y lo traslado a terapia intensiva de un hospital cercano.

Increiblemente, ante tal accidente, solo necesitaba de un transplante de pancreas para sobrevivir. Dejando muestra de su hidalguía el ex futbolista canalla ofreció su órgano, pero no sabía que algo podía salir mal. El querido Negro Palma no resistió la operación, tal fue la indignación y tristeza, que su fans club destrozó todas las instalaciones y luego incendió por completo el nosocomio rosarino, solo en busca de venganza.

miércoles, 21 de enero de 2009

Tipo nada, el tipo nada


¿A que se dedica tu hijo? Bueno, nada, responde su madre Elizabeth. No es un vago, es una vocación. ¿Y que dice él?

Nada, nada y nada, es tímido, calladito y lo único que lo mueve es la natación.

Así es el pobre Marcos Olivera, flaco, alto, de rasgos pronunciados, con una gran nariz y el pelo lacio como pegado a la cara. Un púber de 14 años que aún no definió su identidad sexual, colecciona los recortes y posters de José Meolans que están esparcidos por el desordenado piso de su pequeña habitación ¿Por qué no de Georgina Bardach? Se preguntan sus padres

Todas estas actitudes provocan como contrapartida la crueldad característica de sus amigos que incurren en kilos de cargadas atribuidas a su aparente condición de gay. Pero no le importaba, él nadaba y eso lo abstraía del mundo prejuicioso.

Todo muy calmo, hasta que La tragedia llamó a su puerta. Una fresca tarde de otoño una camioneta de la tintoreria La tragedia tocó timbre en su casa para entregar un pedido de Omar, su padre. “Aca le traje el traje de tintorerías La tragedia” dijo el cadete tartamudo arrastrando palabras. Marcos fue quién lo atendió e instantáneamente se enamoró del empleado. El jefe de la familia logró advertir la sensación emocional de su primogénito y enardecido lo apretó fuerte del brazo y lo encerró en su cuarto. La relación siempre fue muy tensa al punto de que el joven se sentía ignorado por Omar, dueño de una personalidad recta y eclesiástica.

Marquitos recibió un extenso sermón de su padre quien le prohibió salir de su casa, ni siquiera para ir al natatorio, lo que sería un clavario. Sus amigos iban a visitarlo para hacerle compañía. Una noche jugando a las cartas, Joaquín uno de sus camaradas exaltado gritó: ¡Chinchón, la puta que lo parió! Golpeó fuerte la mesa que se dio vuelta y tiró todo lo que había sobre ella, vasos, salamines y el control remoto. Se pararon todos del susto y sin querer Marcos pisó la cola de su perra Lucy que le mordió la pierna. El pobre animal que arrastraba una pata y también una enfermedad terminal murió aplastada por la pesada mesa del quincho.

El mal que aquejaba al can le produjo una importante infección a su dueño, por lo que debieron amputarle la pierna derecha.

Marcos nunca más volvería a nadar y vería como su sueño se derrumbaba.

Ni bien se recuperó de la operación, por venganza y odio acumulado comenzó a salir en muletas por las noches para disparle a los perros del vecindario. Una semana más tarde murió atacado por una jauría autoconvocada.

domingo, 11 de enero de 2009

Tienes un e-mail!

Martes al mediodia. Pánico en la city. Un sujeto ebrio con una remera de Hendrix. Tensión por una toma de rehenes. Las palabras caían de su boca y llegaban al suelo sin ser entendidas por los mediadores. Un ciber-café atestado de púberes privados de su libertad. Crónica tv en la puerta. Un país sigue la historia del día a través de una pantalla.

Policías agazapados detrás de los patrulleros y dos francotiradores apostados desde lo alto de los edificios. La pizza quedaría para más tarde.

“Quiero un Helicoptero!” gritó Fernando por la pequeña ventanita del lugar, mientras se secaba el sudor de la frente con una revista de supermercado y seguía tomando pastillas de todos los colores, la incoherencia ganaba la batalla. “Yo tengo el msn de Haddad señaló uno de los oficiales para satisfacer el pedido del muchacho, a esta hora está conectado, completó”

Un megáfono fue el puente necesario.. “dani_elmascapo_9@hotmail.com, agregalo le dijeron, ah.. Usá la maquina tres que va como trompada explicó el policía que era asiduo concurrente al local y lo conocía como la palma de la mano del Negro Palma (N de R: era fana de Central y se llamaba Aldo, como el ídolo de la palomita a Newell’s).

Camuflados entre la muchedumbre llegaron 2 amigos de aquel joven de 23 años, lo identificaron cuando lo vieron en la tele de una pizzería. Pidieron hablar con el comisario a cargo. Le comentaron el perfil del protagonista, como era de esperar era una persona que reprimía sus impulsos y esta vez explotó en toda su magnitud. Solo quería llamar la atención.

El tiempo parecía que huía de la situación, y el llanto de las madres de los chicos iba acoplándose en la esquina como eco de la tensión.

Emulando a King Kong, abraza fuerte a una joven rubia y bonita, la sube a caballito y la usa como escudo y carnada para tener en vilo a todos y que obtener lo que pide a cambio de la liberación.

Hablaron por teléfono con él, muy exaltado solicitaba que maten a su madre, paguen la cuenta del somier que se le había vencido dos meses atrás y quería una torta de chocolate entregada por Choly Berreteaga, la prolífica mujer cuyos posters de postres empapelaba su habitación.

El segundo llamado no fue muy fructífero que digamos, Fernando demostró su descontento efectuando dos disparos al aire (el canario murió de un ataque al higado, porque además de sufrir por el agrio momento suscitado, el joven le dio de comer chizitos)

El malhumor fue acentuado porque Dani tenía el helicóptero en el taller. “Flaco, te conseguimos a Gonsalez Oro que vino en un Mehari naranja, ¿no te va?” le preguntó el comisario con la voz absolutamente quebrada . “Las pelotas!” Respondió Fer.

Bastaron 5 minutos para que se hiciera presente Sokol con una guitarra criolla.

“Ahí lo tenés al pelado” le dijeron nuevamente por teléfono... “Bueno, pero que toque ‘Se viene el estallido’ porque se pudre todo negro” respondió.

“Loco esa no la sé, dijo el guitarrista, aparte no es mía”. El delincuente se puso a llorar y se disparó en la sien.

Los concurrentes decepcionados por el inesperado desenlace enardecidos saquearon el ciber. CPU al hombro y a correr!

lunes, 17 de noviembre de 2008

Alma de piedra Durán

Con tan solo 19 años, Luis Alberto Almandóz tenía más historias jodidas que toda la temporada de “Policías en acción”. Nunca quiso trabajar, anarquista por elección, desertó del colegio en sexto grado porque no quería contribuir con el sistema. Hijo de una familia de buena posición económica, no tuvo una buena relación con ellos por ese efusivo desprecio al capitalismo que siempre ponderó su padre desde su empresa productora de envases de poliuretano. Sus ideales los volcó catárticamente escribiendo letras para la banda punk Urémico hemolítico.


Mar del Plata lo vio crecer con su skate recorriendo las calles, un joven alto, con su remera naranja del Pimpinela tour 98’, su campera de cuero negro gastado, sus jeans rotos y su pelo rubio tan desordenado como su agitado estilo de vida. Pasaba días enteros en la Plaza Mitre, largas noches en la comisaría, riñas en las vías del tren, y tardes tirado bajo el sol fumando en la playa con sus compañeros de andanzas.

Era una persona que no tenía problemas en decir lo que pensaba, y ese orgullo a veces le jugaba en contra, fue echado de su hogar por su constante incursión en la falta de respeto.


El alma de Luis, iba endureciéndose más y más. Pero la incorrección encontró refugio en una vieja casona ocupada a pocas cuadras de la estación ferroviaria. Convivía con personas tan excéntricas como el, artistas plásticos de Buenos Aires que pasaban algunos días en la ciudad, artesanos que subsistían gracias a la venta de collares y la confección de rastas en el centro y hasta con un paralítico que era el patriarca de este clan, se llamaba Octavio, pero lo apodaban “galletita”, porque tenía más agujeros que una Express.

Obviamente no fue tan simple la entrada a este nuevo mundo, debió ganarse el respeto, lo que consiguió a través de las importantes cantidades de víveres que obtenía mediante atracos a los comercios de los barrios cercanos.

En medio de esta sórdida situación encontró en Silvina la pureza del amor. Era una enfermera del barrio que conoció cuando le salvo la vida luego de haber recibido una puñalada en el estómago tras intentar robarse una iguana macho de un pet shop.

Las curaciones del cuerpo de Luis Alberto Almandóz no debían durar más de una semana, pero tal fue la química entre ambos que el período se extendió porque el deber de Silvina era entonces sanarle el corazón y darle vuelta la cabeza como finalmente lo hizo.


Pasó un año y Luis había prometido cambiar y jamás volver a delinquir. Hasta que un día vio en la vereda de un locutorio, una bicicleta todo terreno, se relamió los labios, se arremangó la campera y fue ahí donde renació como ave fénix aquella adoración que tenía de niño por estos rodados. Las palabras de su chica se disolvieron en ese efímero flash donde se decidió por tomar la bici y huir. Una larga carcajada fue la banda de sonido de ese episodio que dibujó en su rostro una sostenida sonrisa tan grande como su prontuario. Adrenalina y felicidad fue lo que obtuvo (y un inlfador al que solo había que cambiarle la gomita).

Pocos días después el dueño del objeto robado se hizo presente en la casa tomada escoltado por un patrullero. Se llevo adelante una requisa en la que la mujer que era asmática murió de un paro cardiorrespiratorio debido a la avergonzante situación que provocó su concubino. Luis Almandóz no soportó tal cargo de consciencia, pidió ser ejecutado pero se le negó esa posibilidad. Finalmente en la comisaria 4º, una semana más tarde se mató cuando trataba de abrir una lata de paté con la boca.

martes, 1 de julio de 2008

¡Que pena Tomatito!

Busqueda de trabajo, emprender una aventura, conocer un nuevo mundo, todas estas ideas chocaban en la inerte cabeza de Brian Mc Carty un joven de baja estatura, con cabello alborotado y colorado, y obviamente con pecas.

El muchacho de 18 años era procedente de los suburbios de Sheffield, Inglaterra y a media mañana se acercaba al centro de Manchester para robar carteras y gastarlo en golosinas y alcohol. El sabía que no podía seguir transitando ese oscuro camino, algo debía cambiar y tenía que ser pronto. En ese mismo momento se compró una hamburguesa y se subió a un tren con destino Liverpool. Llegó al puerto de la ciudad y mediante unas maniobras de distracción al guardia, logró adentrarse en uno de los containers de los barcos mercantes allí amarrados.

Brian sintió la adrenalina de no saber el rumbo que tomaría la embarcación y su propio porvenir lleno de sueños de progreso y bienestar. Pasaban las horas y las manos le sudaban, el corazón latía como nunca antes, y experimentaba un cosquilleo en el estómago, pero no era normal, era la hamburgesa con esteriquia coli y la oscilación del barco, que le provocaron convulsiones, un largo desmayo y la sensación de dejarse morir.

Cuando la suerte parecía echada, otro polizón acudió en su rescate, un anciano ugandés llamado Bombomé. Le hizo respiración boca a boca, inmediatamente el muchacho inglés comenzó a escupir y a respirar con normalidad, lo que había surtido efecto no era la técnica del sujeto africano, sino el aliento a rata muerta y leche rancia que alertaron las papilas gustativas de Brian.

Recuperó el conocimiento y comenzó a charlar con su compañero, quien le contó hacia donde se dirigían, Buenos Aires. En ese instante, al conocer el rumbo, Mc Carty quiso desistir de su loca travesía y volver a su ciudad, pero todo intento era en vano porque ya habían llegado, el tiempo pasó muy rápido ya que el ugandés lo había sedado con unas pastillas para aprovecharse de Brian sin que él se dé cuenta.

Pisó suelo argentino por primera vez, y Bombomé que ya conocía el país, lo condujo con un grupo de personas que lo podían ayudar. El joven se introdujo en una organización ilícita involucrada en el tráfico de tomates procedentes del Brasil.

Pasó una semana y no había tenido inconvenientes con su trabajo, hasta que un día cruzando la plaza de Constitución, lo detuvo un policía. Le dijo: ¿Qué tenés ahí papi? Nada, nada contestó.

Lo secuestraron la mochila, Brian decía: es para consumo propio!

El oficial lo tomó del cuello y respondió: ¿Te crees que soy boludo? Es una bolsa llena, contestá guacho, donde vas a pegar. El Colo; o Tomatito como lo llamaban en Buenos Aires; debió hablar y fue así que con él cayó un red de verdulerías que comerciaba la codiciada hortaliza obtenida ilegalmente.

viernes, 13 de junio de 2008

Porque el amor es más fuerte

¿De que sirve el dinero si la felicidad no se encuentra en una carnicería? Eso es lo que siempre se preguntó José Manuel López Bizcayart, un joven alto, cabello rubio y largo que en 1932 a la edad de 25 años decidió dejar su Venado Tuerto querido. Hijo de don Rómulo y doña Estela siempre fue mimado y consentido al ser el único niño del matrimonio de cosechadores de alfalfa.
Pero todo ese cariño no fue absorbido correctamente por el pequeño Josecito y fue así que alimentó en él una personalidad cetrina, siempre alejado de sus compañeros en la escuela agraria. No tenía amigos más que sus libros marxistas, los dibujos en la pared con claros mensajes revolucionarios y el carnicero de la cuadra con quién compartía el gusto por el puchero sin papas.

Con el tiempo fue forjando ese avasallante y marcado ideal de no ser parte del montón, se automarginaba de los grupos sociales aún de su propia familia, en las navidades solía encerrarse en el baño porque atribuía la invención de dicha fiesta a los hermanos Júpiter para vender más pirotecnia ilegal.
Cuando se emancipó completamente de sus padres, consiguió trabajo en una tintorería y se fue a vivir a una pensión de Barracas, donde el alcohol corría por el patio principal como sangre por sus venas. Recordaba que de chico se subía al aparador de su hogar y sin que lo viera su padre, bebía pequeños sorbos de cognac para poder dormir. Pero esta no era su casa, sino un sitio pasajero donde no era muy bienvenido.

Avanzaban las horas y se achicaba el trecho hacia un nuevo día laboral, mientras los gritos de truco! y quiero! Parecían sonar dentro del sombrío y húmedo cuarto. Un José Manuel desconocido, completamente fuera de sí, se asomó a la puerta y gritó: ¿Quiero? a tu hermana quiero! ¿Porqué no dejan de romper las bolas, no se dan cuenta que tengo que laburar?
Así fue que, en calzoncillos tuvo que enfrentarse a 5 hombres que lo amenazaban con armas blancas, a excepción de uno que tenía un chuchillo negro, el resto eran fileteros.
Tomó las pocas cosas que tenía y dejó el conventillo, así como estaba. Era una madrugada fría hasta que por detrás oyó el relincho de un caballo y un muchacho gordo, fornido, con mal aspecto y peores modales lo confundió con un travesti. José, pensó, bueno no está tan mal, por lo menos voy a dormir bajo techo, así fue que vio como se torcía su inclinación sexual y encontró en su cuerpo una herramienta de trabajo mejor paga.

Pasaban los meses y todo iba viento en popa, hasta que un cliente en una noche de lluvia lo subió a su bicicleta y lo llevó. Era el temido Loco de la ruta de los años 30’, pero esa no fue la sorpresa sino que era su propio padre. Ambos fueron hasta la rivera para dar final a sus vidas, fueron en la bici, primero Don Rómulo lo llevaba a su hijo, pero como era muy pesado cambiaron, se les salió la cadena tres veces en dos cuadras, lo que acrecentó el fastidio y aumentó la tensión. La historia cuenta que se suicidaron arrojándose al Río de La Plata porque la vergüenza mutua por el otro fue más fuerte.